jueves, 31 de enero de 2013

Una conversación de vuelta a casa


Era sábado, y estaba con ansias de llegar a casa. Quería alistarme y salir disparada a la fiesta de Jazmín. Salí de la Alianza Francesa
y tomé la Orión, como cada sábado. Al subir, involuntariamente me senté al lado de un señor mayor. Tenía la mirada cansada, se notaba que
había visto muchas cosas, y sus manos relejaban una ardua jornada de trabajo. Sin prestarle mucha atención, me limité a sacar mis audífonos,
y dejar que la música me lleve a pasear por lugares que sólo mi mente es capaz de diseñar. Estaba ya por llegar a la Plaza Dos de Mayo, cuando
por mi mente pasó la idea de hablarle al señor de mi costado. Como si fuera casualidad, me dirigió la palabra. Me preguntó donde estábamos. Le
respondí que íbamos a llegar a Dos de Mayo. Me coloqué los audífonos otra vez, pero la voz de aquel caballero no permitieron que ingresara otra
vez a los lugares recónditos de mi imaginación. No entendí mucho de lo que me dijo, ya que no pronunciaba bien las palabras ni tampoco hablaba muy alto.
El bullicio de la ciudad era un impedimento más para escuchar a aquel señor. Sin embargo, durante esa conversación, me di cuenta de muchas cosas:
El partido nacionalista de Ollanta Humala había marcado profundamente al señor, y quería que formara parte del partido. Varias personas me han 
dicho que debería ser política, pero por el momento no lo veo como alternativa. También me percaté de que aquel señor era muy ambicioso. Me recomendó
casarme con alguien que tenga mucho dinero, a lo que respondí con un no. Me preguntó el motivo, y respondí gustosamente a su pregunta: "Señor, mientras
más dinero tenga con quien me case, más superior a mi se creerá". Me dio la razón, pero a la vez contraatacó y me dijo de donde sacaría yo dinero para
mi subsistencia: "Quiero ser periodista". Puso un gesto irónico. Lamentablemente, los estereotipos están demasiado difundidos y aceptados. Continuando 
con la conversación, me preguntó por mi familia. Le contesté que sólo vivía con mi mamá. En cuanto le dije eso, comenzó a criticar a mi papá, y me 
recomendó ir con mis padres al psicólogo, para que mi papá pudiera regresar a casa. Le aclaré que él llevaba separado de mi madre 12 años, y que tenía otra
relación. También le dije que tenía 2 hermanos, pero eran de otro compromiso. Me miró, y pude ver que había tristeza en su mirada, como si con sólo hacer
eso pudiera decirme que lo sentía mucho. La primera impresión que había tenido de ese señor, cuando me quiso jalar a un partido político, y aconsejarme
de ser ambiciosa, cambió. Me di cuenta de que todas las personas tienen lado humano, de una u otra forma. Lo que me aconsejó después, fue la pura verdad:
la familia siempre tiene que estar junta, a pesar de todo. Me dijo que yo tenía una vacío y que me faltaba la presencia paterna. No le respondí nada. Pasó
un largo silencio y soltó una frase: ¡Que tal vida la de usted! Si, así es. ¿Cuántos años tiene? Tengo 15. Ah, aún es chiquilla, pero eres muy preparada. 
Eso me dejó impresionada. Creo que ni yo misma me consideraba así. Siempre he sido muy inmadura y lo sigo siendo a decir verdad. Llegamos a la Av. Perú. En
ese momento estaba pensando si Dios existe o no existe, porque sinceramente ya no soy muy creyente. Llegamos al mercado y vi un accidente. Un micro había
chocado contra una combi, destrozando completamente la parte de atrás. Había muertos,heridos, sangre por todas partes. Entonces le mencioné al señor: 
"¡Cómo es no! Nadie tiene la vida comprada". Me dio la razón y supe que su forma de pensar cambió un poco. Era tiempo de irme. Me despedí, y al bajar me di
cuenta de que no sabía como se llamaba aquel caballero. Llegue a mi casa y solté la frase : Ay, Diosito. Fe restaurada automáticamente. La gente llega a 
creer cuando menos se lo espera. 

Nube negra/blanca