lunes, 27 de mayo de 2013

Disfrutar de la vida, rodeados por la rutina

Ya habían pasado 3 días y, aunque me moría de ganas por escribir, al parecer las palabras se pusieron de acuerdo para rehuir de mi. No poder escribir te crea un
sentimiento de soledad en el alma, por más melodramático que suene eso. Pero el destino, la vida, siempre tienen algo reservado para ti. A continuación, el relato de
un señor que es capaz de disfrutar de la vida, rodeado de la rutina.
Pasaba por la plaza Dos de Mayo (es curioso, por ese lugar siempre encuentro algo sobre lo que escribir. Tiene magia). Bueno, regresando a lo anterior, estaba a punto
de dormirme en la Orión, cuando pasé por la dichosa plaza. Estaba pensando en como mejorar mis relaciones sociales. Creo que ya es tiempo de admitir que, bueno de que
no soy muy sociable que digamos. No soy divertida, ni mucho menos amena con las personas. No tengo temas de conversación juveniles si se podría decir. A veces quisiera
ser como Ytati. Ella siempre se ríe, es divertida y genial. Esto lo escribo por el chico que se sienta a mi costado. Creo que debería cambiarle el sitio a Ytati, ya
que los dos se llevan muy bien y como que yo sólo estoy de sobra. Esto demuestra lo poco de autoestima que tengo. Si. Por más que creí estar convencida de haber
recuperado la fortaleza, autoestima y valor, me di cuenta de que aún no logro conseguirlo, me encuentro en el punto de partida otra vez. Maldita sea, me cuesta creer
que ganar eso me haga la vida a cuadritos. Sin embargo, pensando en esos problemas, que me parecían inmensos por cierto, me detuve a observar a mi costado. El semáforo
estaba en rojo, el carro estaba detenido. A través de la polvorienta ventana, pude ver a un señor. Era un señor normal, de edad media. Sin embargo, aquella sonrisa en
su rostro lo hacían parecer un niño al que le acaban de comprar un juguete nuevo. Estaba echado en el pasto, disfrutando de la brisa, del sol, de la sombra de la
palmera de la que recibía la fresca sombra. Se había recostado en una bolsa de mercado. Ojeaba el periódico, pero, en ese instante lo cerró. Yo creo que tal vez
prefirió disfrutar de todo lo que tenía por parte de la naturaleza, en vez de lo que le daba el ser humano. Estaba descalzo. Si. Y no porque no tuviera zapatos, sino
porque se los había sacado de modo que sus pies también puedan disfrutar de lo maravilloso del sol combinado con brisa fresca, natural de verano. El señor, en una
frase, en una simple y sencilla frase estaba disfrutando de la vida. La gozaba, la vivía, la sentía. Ignoro los pensamientos de aquel señor, pero, poniéndome en su
lugar, no hubiera pensado en nada. Sólo hubiera dejado a esa brisa llenar mis pulmones y sólo sentir esa conexión con la naturaleza y la des conexión con el mundo
rutinario. Lo que no logro retirar de mi mente era esa expresión en su semblante. Era de pura felicidad. De vida. Mientras, las personas en la acerca caminaban
a un paso monótono, los carros avanzaban al ritmo del tráfico. El semáforo se puso en verde. La Orión aceleró y dejo atrás suyo al señor que seguía disfrutando de la
vida, mientras los demás sólo avanzábamos al ritmo de la rutina. A veces es bueno mirar por la ventana del micro. Creo que ahora tengo lo que buscaba. La
fortaleza, el valor y la autoestima se consiguen cuando te sientes bien contigo mismo. Continuaba mi trayecto y la luz del sol iluminó mi rostro. Sonreí sin temor a
nada.
Nube Negra/blanca

lunes, 11 de marzo de 2013

Dos amistades, dos hermanos más...


Escribe la jefa:
La que tiene esos dos amigos, dos hermanos. Sinceramente, Gianpiero y Fabri son las personas con las que más frecuento, siempre me llaman a montar skate, aunque no
sepa ni caerme bien. Siempre me hacen reír con cualquier cosa que hagan. Yo sé que ellos no me van a fallar nunca. Es una de las mejores amistades que nunca tuve, los
mejores amigos que voy a extrañar, a los que de veras voy a extrañar. Cada vez que llegan dicen: Karla. ¿Vamos a montar? Y yo: Ya, bajo al toque. Y eso así la mayoría
de días de estas vacaciones. Creo que estas son las vacaciones que más voy a extrañar en toda mi vida. Las que me van a hacer falta, porque amigos como estos es
imposible volver a encontrar. Siempre es algo distinto. La última vez hicieron sopa Ajinomen en mi casa. Mi mamá me llamó la atención por haberlos hecho subir, así
que hoy sólo toca tomar gaseosa en la cochera del edificio, con la laptop aquí abajo. Si, lo sé. Yo nunca habría hecho eso en otro lado. Ahora mismo estoy con Gianpiero
esperando a que venga Fabri. Lo más probable es que no venga. Es un locoskate. Debe de estar montando con sus patas en el parque que queda cerca de su casa. Es así.
Cuando sientes pasión por algo, no lo dejas ni por tan siquiera un instante. Gianpiero no cree en el amor. Él mismo dice que quien no cree en el amor es una basura. Él mismo se considera así. Yo creo que
algún día él vendrá y me dirá: Estoy enamorado. Lo sé, una persona no puede vivir sin amor. Bien lo dice una canción. Con Fabri es otra cosa. Él es una persona que se
puede considerar con una sola palabra: Directo. Y creo que con otra palabra que combina a la perfección: Sincero. Él hace lo que le gusta, lo que le apasiona: Skate.
Le encanta, le fascina. Igual que yo, me apasiona escribir, no sé si estará bien o mal, pero quién puede juzgar literatura. Hacer literatura es lo que más me apasiona,
y estoy más que convencida que haciendo esto llegaré muy lejos. Ahora si, dejaré de hacer esto o si no Gianpieromihermano se irá y no me dejará montar en su skate. Es
más creo que ya se fue. Iré a buscarlo.
Nube blanca/negra

jueves, 31 de enero de 2013

Una conversación de vuelta a casa


Era sábado, y estaba con ansias de llegar a casa. Quería alistarme y salir disparada a la fiesta de Jazmín. Salí de la Alianza Francesa
y tomé la Orión, como cada sábado. Al subir, involuntariamente me senté al lado de un señor mayor. Tenía la mirada cansada, se notaba que
había visto muchas cosas, y sus manos relejaban una ardua jornada de trabajo. Sin prestarle mucha atención, me limité a sacar mis audífonos,
y dejar que la música me lleve a pasear por lugares que sólo mi mente es capaz de diseñar. Estaba ya por llegar a la Plaza Dos de Mayo, cuando
por mi mente pasó la idea de hablarle al señor de mi costado. Como si fuera casualidad, me dirigió la palabra. Me preguntó donde estábamos. Le
respondí que íbamos a llegar a Dos de Mayo. Me coloqué los audífonos otra vez, pero la voz de aquel caballero no permitieron que ingresara otra
vez a los lugares recónditos de mi imaginación. No entendí mucho de lo que me dijo, ya que no pronunciaba bien las palabras ni tampoco hablaba muy alto.
El bullicio de la ciudad era un impedimento más para escuchar a aquel señor. Sin embargo, durante esa conversación, me di cuenta de muchas cosas:
El partido nacionalista de Ollanta Humala había marcado profundamente al señor, y quería que formara parte del partido. Varias personas me han 
dicho que debería ser política, pero por el momento no lo veo como alternativa. También me percaté de que aquel señor era muy ambicioso. Me recomendó
casarme con alguien que tenga mucho dinero, a lo que respondí con un no. Me preguntó el motivo, y respondí gustosamente a su pregunta: "Señor, mientras
más dinero tenga con quien me case, más superior a mi se creerá". Me dio la razón, pero a la vez contraatacó y me dijo de donde sacaría yo dinero para
mi subsistencia: "Quiero ser periodista". Puso un gesto irónico. Lamentablemente, los estereotipos están demasiado difundidos y aceptados. Continuando 
con la conversación, me preguntó por mi familia. Le contesté que sólo vivía con mi mamá. En cuanto le dije eso, comenzó a criticar a mi papá, y me 
recomendó ir con mis padres al psicólogo, para que mi papá pudiera regresar a casa. Le aclaré que él llevaba separado de mi madre 12 años, y que tenía otra
relación. También le dije que tenía 2 hermanos, pero eran de otro compromiso. Me miró, y pude ver que había tristeza en su mirada, como si con sólo hacer
eso pudiera decirme que lo sentía mucho. La primera impresión que había tenido de ese señor, cuando me quiso jalar a un partido político, y aconsejarme
de ser ambiciosa, cambió. Me di cuenta de que todas las personas tienen lado humano, de una u otra forma. Lo que me aconsejó después, fue la pura verdad:
la familia siempre tiene que estar junta, a pesar de todo. Me dijo que yo tenía una vacío y que me faltaba la presencia paterna. No le respondí nada. Pasó
un largo silencio y soltó una frase: ¡Que tal vida la de usted! Si, así es. ¿Cuántos años tiene? Tengo 15. Ah, aún es chiquilla, pero eres muy preparada. 
Eso me dejó impresionada. Creo que ni yo misma me consideraba así. Siempre he sido muy inmadura y lo sigo siendo a decir verdad. Llegamos a la Av. Perú. En
ese momento estaba pensando si Dios existe o no existe, porque sinceramente ya no soy muy creyente. Llegamos al mercado y vi un accidente. Un micro había
chocado contra una combi, destrozando completamente la parte de atrás. Había muertos,heridos, sangre por todas partes. Entonces le mencioné al señor: 
"¡Cómo es no! Nadie tiene la vida comprada". Me dio la razón y supe que su forma de pensar cambió un poco. Era tiempo de irme. Me despedí, y al bajar me di
cuenta de que no sabía como se llamaba aquel caballero. Llegue a mi casa y solté la frase : Ay, Diosito. Fe restaurada automáticamente. La gente llega a 
creer cuando menos se lo espera. 

Nube negra/blanca